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Hermine Mayr Orian, figura icónica en la lucha por la ciudadanía austriaca, falleció ayer a la edad de 106 años. Nacida en Cortaccia, en un Tirol del Sur que todavía era austriaco, Hermine dedicó su vida a reclamar su identidad y los derechos de su pueblo. “Nací austriaca y quiero morir austriaca”, repitió con determinación, una afirmación que resonó en los corazones de muchos.
Una vida de resistencia e identidad
Su historia comienza en un período de gran agitación histórica. Con la firma del Acuerdo de Saint Germain, el Tirol del Sur pasó oficialmente a Italia, pero Hermine no se dio por vencida. Durante el régimen fascista se distinguió por su valentía, enseñando alemán en Escuelas de las Catacumbas, instituciones clandestinas que preservaban la lengua y la cultura austriacas. Este acto de resistencia cultural la convirtió en un símbolo para muchos, un faro de esperanza en una época de opresión.
El sueño de volver a ser austriaco
En los últimos diez años de su vida, Hermine persiguió su sueño de recuperar la ciudadanía austriaca. A pesar de sus reiteradas peticiones, Viena nunca le concedió su petición. Su determinación atrajo la atención de muchos, incluido el movimiento patriótico tirolés. Andreas Hofer Bund, quien apoyó su causa. Con motivo de su 106 cumpleaños, la asociación le deseó un feliz cumpleaños y la llamó cariñosamente la “abuela del Tirol”.
Un legado de dignidad y honor
La muerte de Hermine ha provocado reacciones fuertes y apasionadas. El secretario de la Bund, Alois Wechselberger, expresó su decepción por el trato recibido por Hermine y afirmó que ella "es más austriaca que el presidente austriaco". Sus palabras reflejan un sentimiento compartido por muchos: Hermine representaba no sólo a una persona, sino a toda una comunidad que luchaba por el reconocimiento y la dignidad. Su vida es una advertencia contra la indiferencia y una invitación a no olvidar nuestras raíces e identidades culturales.