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CASON, LOS ERRORES DE TG1 QUE TE HACEN PERDER LA CABEZA

Confundir psicólogos y psiquiatras no es sólo un error, es un problema cultural.

“Es verdad, créeme, pasó…” habría dicho Modugno (¡por suerte está en el otro mundo!) si hubiera visto la edición de las 13:00 horas de TG1 del viernes 7 de octubre, Día Mundial de la Salud Mental.

¿Por qué? Porque habría visto y oído a la periodista Laura Cason, experta en tráfico rodado, turistas y rituales vacacionales desde Trieste, entrevistar a un conocido (quizás EL MÁS CONOCIDO psiquiatra italiano) y hacerle una pregunta sobre la "prima para psicólogos", con el cartel del INPS bien visible y un giro realmente espectacular.

En la práctica, CASON cometió el error más clásico de quienes estudian ciencias sin los conocimientos adecuados: confundir a un psicólogo con un psiquiatra. Lo cual no es grave. Es más que eso. Es obra de ignorantes, en el sentido literal de la palabra: quienes ignoran la diferencia traicionan la confianza del público y siembran confusión en un campo que exige rigor. Y si lo hacen desde el púlpito de un programa de noticias como TG1, no es solo ignorancia: es superficialidad.

En un país como el nuestro, con 18 millones de personas que padecen trastornos mentales, cualquiera que hable de salud mental tiene el deber de saber de qué habla. Quienes no lo sepan deberían callarse y estudiar.

Y, entonces, tal vez sea buena idea recordarle a la señora CASON, a su director CHIOCCHI y al redactor jefe de turno que “aprobó” ese artículo que hay una enorme, abismal diferencia entre un psicólogo y un psiquiatra.

Cualquiera que los confunda, con vergonzosa negligencia, comete un error que no solo es torpe: es grave, ofensivo y culturalmente inaceptable. Un descuido colosal que traiciona la confianza pública y pisotea años de trabajo científico y profesional.

Así que, querido Doctor (si es así, por favor díganoslo usted mismo porque las fuentes públicas no lo dicen!), si así lo cree, tome nota y evite en el futuro lamentables repeticiones de lo que ya demostró y nos demostró días atrás.

Un psicólogo es un licenciado en psicología, colegiado y registrado en el colegio profesional. Estudia los procesos mentales, emocionales y conductuales, trabajando en las relaciones, el habla, la dinámica interna y los mecanismos cognitivos. No receta medicamentos, porque no es médico. Se centra en el bienestar psicológico, ayudando a las personas a comprender, cambiar y recuperar el equilibrio y la consciencia.

Un psiquiatra, por otro lado, es un médico de pleno derecho: posee un título de medicina y una especialización en psiquiatría. Son profesionales que abordan las enfermedades mentales desde una perspectiva biológica, estudiando el cerebro, los neurotransmisores y las disfunciones orgánicas. Pueden recetar medicamentos, realizar diagnósticos clínicos e intervenir cuando el sufrimiento se vuelve patológico. Son los profesionales que tratan la depresión grave, la psicosis y el trastorno bipolar.

En resumen, querido CASON, no es un matiz ni una cuestión de hilar fino, es un abismo.

Uno trabaja en la mente, el otro en el cerebro. Uno te ayuda a funcionar mejor, el otro te cura cuando tu mente se enferma. Ambos son esenciales, pero con diferentes roles, diferentes herramientas, diferentes responsabilidades.

Sin embargo, cada vez que un noticiero (TG1 lo hizo el viernes 7 de octubre, gracias a la Sra. CASON) confunde ambos términos, comete un acto de barbarie cultural. Interrogar a un psiquiatra sobre el "bono para psicólogos" es como decir que los meteorólogos y los astrónomos hacen el mismo trabajo porque ambos observan el cielo. Desinformación pura y engañosa.

Confundir a psicólogos y psiquiatras crea confusión sobre la salud mental, trivializa el sufrimiento de las personas y deslegitima dos profesiones que trabajan para restaurar la dignidad, el equilibrio y la esperanza. Es como decir que arquitectos e ingenieros son iguales simplemente porque ambos "construyen casas". Sí, sí: la misma despreocupación, la misma ignorancia disfrazada de opinión.

Lo cierto es que cualquiera que hable de salud mental en público tiene una obligación moral: saber de qué habla. Se requiere competencia y respeto, y la superficialidad en este ámbito no es una ofensa menor: es una forma de irresponsabilidad social. Porque las palabras importan, y reducir la psicología a "charla de bar" o la psiquiatría a "pastillas de la felicidad" no es solo una mala interpretación: es propagar la ignorancia, que puede causar más daño que cualquier enfermedad. En una época en la que millones de personas luchan contra la ansiedad, la depresión y los trastornos psicológicos, esta superficialidad es indecente, rozando la vergüenza. ¡Viva la RAI! ¡Viva TG1!