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EE.UU., Follini: «Europa, la primera víctima del nuevo aislacionismo estadounidense»

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Roma, 23 de marzo (Adnkronos) - "Estados Unidos, siempre ellos, son la gran línea divisoria de la política italiana (y europea). Solo que hoy esa línea divisoria se divide en nombre del egoísmo, del egocentrismo, del unilateralismo, de una especie de indiferencia. Donde antes...

Roma, 23 mar. (Adnkronos) – "Sono gli Stati Uniti, sempre loro, il grande spartiacque della politica italiana (ed europea). Solo che oggi quello spartiacque divide in nome dell’egoismo, del ripiegarsi su se stessi, dell’unilateralismo, di una sorta di indifferenza. Laddove un tempo niente affatto lontano esso pareva invece segnato dagli eccessi di una premura che stava quasi a ridosso dell’imperialismo (e per qualcuno anche oltre).

Così, se una volta le interferenze americane si presentavano in nome della loro pretesa di primato, oggi assumono piuttosto il carattere dell’indifferenza. Restano gli interessi in campo, e tutti quei conti che nella geopolitica debbono sempre tornare. Ma il modo di farli, quei conti, è radicalmente diverso.

Llevamos años y años sintiéndonos, digamos, presionados por la hegemonía estadounidense. No todo el mundo, obviamente (y afortunadamente). Durante casi medio siglo, las grandes fuerzas democráticas que se encontraron al mando del país optaron por mantener a Italia firmemente anclada en el Atlántico. Estaba la sombra de la guerra de Vietnam, por supuesto. Y luego el de Irak. Y de nuevo las mil sospechas sobre las injerencias, las intolerancias, las incursiones del poder estelar en aquellos territorios más internos donde cada país debería poder hacer lo suyo. Esto significó el gran esfuerzo de ajustar nuestros equilibrios internos para que nuestra soberanía estuviera garantizada y sus sospechas y desconfianza no se hicieran demasiado engorrosas.

Cualquiera que haya echado un vistazo a las vicisitudes políticas pasadas de nuestro país no puede dejar de recordar esa oscilación interminable. La embajadora estadounidense Clara Luce, quien en los años 50 lamentó el viaje del presidente de la República Gronchi a la URSS. El otro embajador Gardner que veinte años después intenta frenar el impulso hacia la solidaridad nacional. Y luego Craxi quien respondió duramente a Reagan en la época de Achille Lauro y Sigonella. Sin olvidar la decisión gubernamental, en la época de Cossiga, de acoger euromisiles en nuestros territorios y las virulentas protestas de la oposición.

Todo este ir y venir, este constante ajuste y luego aflojamiento de los tornillos de nuestra alianza tuvo lugar en presencia de unos Estados Unidos que eran el policía del planeta, o el líder del mundo libre, por así decirlo. Pero esa misma América, a veces pesada, a veces salvífica, era de algún modo la garantía de nuestro estar en el mundo y también de nuestro estar en el lado correcto. Incluso algunas de sus interferencias, por cuestionables que fueran, sirvieron para acabar con el fantasma de esa otra América -indiferente, solitaria, aislacionista- que Roosevelt había eliminado con gran (y muy meritorio) esfuerzo a comienzos de los años 1940.

¿Y ahora qué? Si observamos las noticias de las últimas semanas, parece que el aislacionismo estadounidense está resurgiendo con fuerza. Y que Europa, toda junta y país por país, está a punto de ser la primera y principal víctima. Una circunstancia que a estas alturas debería inducirnos a hacer al menos dos cosas. El primero. Debemos reconocer que, en presencia de un socio mayoritario tan voluble, tan alejado de nuestro destino, sólo el fortalecimiento del vínculo europeo nos dará alguna posibilidad de contar, al menos un poco, en la escena internacional. El segundo. “Que una América tan introspectiva como la que la segunda presidencia de Trump está configurando ya no nos deje margen para ser demasiado complacientes ni demasiado pendencieros”.

En otras palabras, ya no es momento de alineamientos, y mucho menos de servilismo. Ni, sin embargo, de vilipendio. Los acontecimientos actuales niegan lo primero. La gran tormenta global que se avecina desalienta lo segundo. Encontrar el equilibrio adecuado entre un vínculo que se rompe y un equilibrio que debe recuperarse no será tarea fácil. Será necesario considerar, sobre todo, que esta nueva América respeta las relaciones de poder casi religiosamente. Y, por lo tanto, sabe ser más generosa con los fuertes que con los débiles. Será en este territorio tan salvaje, por lo tanto, donde se jugará una parte no pequeña de nuestro destino italoeuropeo. (por Marco Follini)