Entre los invitados institucionales se encontraba Piero Cipollone, miembro del Consejo de Gobierno del BCE y presidente del Grupo de Trabajo de Alto Nivel del Eurosistema para el Euro Digital. Cipollone, que lleva tiempo insistiendo en la oportunidad, a su juicio obligatoria, de lanzar la moneda digital europea, aprovechó la ocasión para lanzar un auténtico llamamiento a las armas, advirtiendo a los asistentes del peligro de que el suelo virtual europeo se transforme en tierra de conquista de otros, no mejor explicados pero sabemos de qué habla, "sistemas de pago privados", y de la consiguiente "pérdida de autonomía" en el sistema de pagos.
Los sistemas de pago digitales “alternativos” suponen pues un peligro para la intermediación bancaria. El mismo mensaje lanzado a mediados de febrero por la subdirectora del Banco de Italia, Chiara Scotti, quien en otro contexto institucional había precisado que "las herramientas actuales basadas en criptomonedas y contratos inteligentes podrían eliminar completamente todo intermediario tradicional y hacer autónomos a acreedores y deudores en las transacciones de pago". De hecho, así es y muchos, incluido el autor, están convencidos de que la gestión de pagos con Smart Contracts es la verdadera innovación. Ya operativo, por cierto.
Cipollone habló luego del euro digital como motor de innovación, de colaboración público-privada para tender a un sistema compartido y ampliamente utilizado y sobre todo para evitar peligros externos que podrían hacer perder autonomía al sistema interbancario europeo y reducir los márgenes de intermediación. Sí, pero ¿cuáles son esos peligros? De hecho, en su discurso nunca aparecen las palabras “Blockchain” y “Criptomonedas”, solo una referencia a las Stablecoins de origen extranjero, culpables de erosionar los beneficios de las empresas bancarias y reintroducir el riesgo crediticio. La privacidad y el anonimato tampoco parecen ser temas destacables para el grupo de trabajo, a pesar de que el proyecto del dólar digital fue abandonado precisamente por estas razones, que evidentemente son más que dignas de discusión pública.
En el discurso de Cipollone, sin embargo, el acrónimo DLT, Distributed Ledger Technology, aparece 14 veces, para subrayar la orientación del BCE hacia la creación de una infraestructura europea dedicada al euro digital. Sin embargo, a pesar de la etiqueta de “distribuidos”, los nodos validadores DLT estarán controlados por el Eurosistema, por así decirlo por razones de seguridad, además de las reglas de consenso, emisión y liquidación, creando así una red “permisionada” altamente centralizada.
A la evidente oposición de la comunidad Crypto hacia el proyecto Euro CBDC comienza a sumarse el escepticismo de los miembros del sistema bancario, los políticos y la sociedad civil, futuros usuarios de la moneda digital europea.
Yves Blavet, responsable de Open Banking en Société Générale, fue uno de los más contundentes: en X definió el proyecto como «inútil, caro y sin ventajas tangibles en comparación con las herramientas existentes». Blavet también destacó que el atractivo de una moneda digital respaldada por el BCE podría drenar grandes depósitos de los bancos comerciales, debilitando su capacidad de préstamo a los hogares y las empresas.
En la misma línea se encuentra la Asociación de Bancos Comunitarios Alemanes, según la cual la adopción de un CBDC corre el riesgo de provocar que “cantidades sustanciales de dinero central” salgan del sistema bancario, reduciendo la liquidez y la capacidad de préstamo. En un estudio realizado en 2023, la Asociación descubrió que si todos los ciudadanos alemanes convirtieran 3.000 euros en Euro CBDC, solo el 8% de los bancos permanecerían dentro de los límites de liquidez impuestos por las regulaciones bancarias. También han surgido opiniones críticas por parte de otras asociaciones bancarias europeas, pero no de la italiana ABI, patrocinador del proyecto desde el principio y socio activo de la división ABI Lab. El director Marco Elio Rottigni declaró recientemente que “el euro digital tiene algunos objetivos importantes para la comunidad, entre ellos preservar la autonomía estratégica y la soberanía monetaria de Europa, reducir la dependencia de operadores no europeos y promover la innovación”. En la misma intervención, Rottigni ilustró los resultados de un estudio realizado junto a 18 bancos sobre los costes de adaptación de las TI: en base a la normativa europea propuesta, el coste estimado para los bancos italianos sería de 880 millones de euros. Una cifra importante que, sin embargo, no incluye el coste de la adaptación de todos los cajeros, los cambios en el punto de venta del comercio y los pagos offline sin intermediarios.
La consultora, por supuesto, ya estaba de fiesta tras conocerse la DLT, un tema que en el pasado ha merecido más de un bonus por consecución de objetivos comerciales, más aún ahora que se ha anunciado un presupuesto oficial redondeado a la baja y, sobre todo, después de que el director Rottigni hablara de ello como "una inversión que no debe limitar la capacidad de innovación de los bancos". El director añadió, sin embargo, quizás por conciencia, que le preocupa que, a pesar de las inversiones de los bancos, otras plataformas extranjeras puedan dominar el euro digital.
Incluso en el ámbito político, decíamos, empiezan a surgir dudas sobre el proyecto del euro digital. El eurodiputado Fernando Navarrete, ponente sobre el tema en el Parlamento Europeo, sugirió una alternativa privada a la CBDC pública, argumentando que el mercado podría proporcionar soluciones paneuropeas más flexibles sin imponer un “monopolio estatal”.
La lista de críticos no está completa, otras asociaciones bancarias, locales o paneuropeas, han expresado dudas sobre el Euro CBCD, pero concluyamos por ahora volviendo al tema de la privacidad y el anonimato. Las autoridades de protección de datos de la UE destacan, en sus directrices, la necesidad de ir más allá de un umbral riguroso de anonimato implementando mecanismos de seudonimización mucho más robustos, para evitar tanto la vigilancia indiscriminada como la huida de ciudadanos hacia herramientas no reguladas.
¿Y qué piensan los ciudadanos al respecto? Parece que el consenso no pasa del 50% de los entrevistados, según confirma el propio Piero Cipollone en su intervención. El BCE y los bancos centrales interpretaron el sentimiento como un «creciente interés», mientras que otros describen los resultados como una «expresión de poco interés», citando preocupaciones sobre la privacidad y el anonimato (ChainCatcher, Cointelegraph, Polytechnique-Insights).
En resumen, surgen dudas sobre la moneda digital europea gestionada por el BCE. Veremos si el Parlamento Europeo tendrá esto en cuenta en su decisión final, prevista para el próximo mes de octubre. Mientras tanto, si los bancos realmente quieren “invertir” en el proyecto, sería útil que prefirieran a los verdaderos expertos en Blockchain a los gurús de Powerpoint, para garantizar desarrollos útiles incluso fuera del perímetro específico del CBDC europeo.