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Las razones detrás de la fuga
La decisión de cinco monjas de clausura de abandonar su convento en San Giacomo di Veglia, en la provincia de Treviso, ha sacudido a la comunidad religiosa local. Las monjas explicaron que su elección estuvo dictada por “graves acontecimientos” que hacían insoportable la vida dentro del monasterio.
Una de las monjas, la más joven, reveló al Gazzettino que la tensión había crecido hasta niveles insoportables, sobre todo después de la llegada de una comisión de inspección religiosa que llevó a la destitución de la madre superiora, la hermana Aline.
Presión psicológica y acusaciones
Las monjas describieron un clima de “fuerte presión psicológica” que se intensificó en los últimos dos años y que culminó con la destitución de la abadesa. La situación se agravó cuando cuatro monjas habían enviado previamente una carta al Papa con graves acusaciones contra la madre abadesa. Sin embargo, dos visitas de inspección desmintieron estas acusaciones, calificándolas de calumnias. Los cuatro acusadores fueron trasladados a otros monasterios, pero el caso continuó recibiendo atención, con ocho visitas canónicas más al convento.
La administración judicial y sus consecuencias
La crisis culminó el Viernes Santo, cuando el Abad General de la Orden notificó al monasterio que éste quedaba bajo administración especial. En ausencia del Papa, fallecido en aquellos días, y estando la diócesis vacante, se envió un psicólogo como visitador. Sin consultar a los médicos ni psicólogos que trataban a las monjas, concluyó que les habían lavado el cerebro. La hermana Aline fue removida de su cargo y reemplazada por la madre Martha Driscoll, de 81 años. Las monjas, mientras tanto, han grabado conversaciones inquietantes que revelan un clima de miedo y sumisión, con frases como “Estamos en el monasterio para sufrir” y “Yo soy la Iglesia, hablo en nombre del Papa Francisco”.
Las consecuencias de la fuga.
La hermana Aline se encuentra actualmente fuera del convento por tiempo indefinido, mientras que las cinco monjas fugitivas han alertado a las autoridades para evitar causar alarma. Su decisión de abandonar el monasterio fue una respuesta a una situación que, en su opinión, se había vuelto insostenible. El caso plantea interrogantes sobre la gestión de las comunidades religiosas y la salud mental de las monjas, destacando la necesidad de un enfoque más humano y comprensivo ante los problemas dentro de los conventos.