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Un acto de censura sin precedentes
Esta mañana, en el Cementerio No Católico de Roma, ocurrió un episodio que provocó la indignación entre los participantes en la conmemoración del aniversario de la muerte de Antonio Gramsci. Por primera vez en décadas de celebraciones, se impidió la entrada de banderas rojas, símbolo de la memoria histórica que siempre ha acompañado el recuerdo del gran pensador y fundador del Partido Comunista de Italia.
Giovanni Barbera, cosecretario de la Federación Romana de Rifondazione Comunista, denunció este acto como un grave ataque a la memoria histórica.
El color rojo como símbolo divisorio
El director del cementerio justificó la prohibición afirmando que el color rojo sería “divisivo” y revelaría una visión sesgada e inaceptable de la historia. Este episodio recuerda los tiempos oscuros del macartismo, cuando el anticomunismo se traducía en censura y represión. Hoy, en Italia, se intenta negar el papel fundamental que tuvieron los comunistas en la liberación del nazismo y en la conquista de la libertad y la democracia. Negar la presencia de símbolos comunistas en la conmemoración de Gramsci es un acto de ignominia que merece la más dura condena.
Protesta y resistencia a través de la memoria
Al final de la conmemoración, en señal de protesta y desobediencia civil, los participantes cantaron La Internacional, mientras un representante de Rifondazione Comunista desplegó la bandera del partido, que fue colocada junto a un ramo de rosas rojas en la tumba de Gramsci. Este gesto simple pero poderoso reafirma que la memoria de las luchas populares no puede ser borrada ni degradada. Barberá subrayó que defender la verdad sobre Gramsci significa defender las raíces mismas de la libertad y la democracia, un principio que debe protegerse frente a quienes pretenden borrar nuestra memoria histórica.