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Un drama que marca una vida
El 22 de julio es una fecha que ha marcado profundamente la vida de muchas personas en Scampia. Un balcón de la vela del cielo se derrumbó, llevándose tres vidas y dejando heridas indelebles. Entre las víctimas se encuentra Martina Russo, que perdió a su marido, Roberto Abbruzzo, y ahora vive en una cama de hospital, paralizada y sin memoria.
Nueve meses de hospitalización y cirugía le salvaron la vida, pero el precio que pagó fue muy alto: ya no recuerda nada, ni siquiera a su hija.
Encontrar un centro de rehabilitación
María, la hermana de Martina, no se rinde. Su determinación es palpable mientras busca un centro de rehabilitación especializado para ayudar a su hermana a recuperar la memoria y la movilidad. “Cuando digo que busco un centro para mi hermana, es porque quiero que recuerde a su hija. Ver esto me duele mucho”, dice María, cuyo amor fraternal es una luz en un momento tan oscuro.
Un llamamiento que no debe caer en oídos sordos
La situación es crítica: las plazas en los centros de rehabilitación son limitadas y la burocracia a menudo dificulta el acceso a los servicios necesarios. María lanza un sentido llamado: “Nunca me rendiré, mi hermana tiene 25 años, necesita una buena rehabilitación porque el Estado se lo debe”. Su voz es un grito de esperanza y de justicia, una invitación a no olvidar a las víctimas de esta tragedia y a garantizarles el apoyo que necesitan.