Roma, 3 de noviembre. (Adnkronos) – "Puedes apostarlo. Las elecciones presidenciales americanas, dentro de unos días, incendiarán el polvo de la política en nuestra patria. Gane uno u otro, inevitablemente seremos testigos de ese sutil juego de apropiación que nos hace engañarnos pensando que tenemos más voz que la que tenemos en el asunto. Un juego que se puede jugar mediante alusiones corteses o superposiciones groseras o quizás incluso reclamando a terceros improbables.
Hasta ahora nada nuevo. El verdadero punto, sin embargo, es que Estados Unidos no está eligiendo presidente. Están eligiendo una forma de estar en el mundo. Y es que este punto está muy cerca de la encrucijada entre una larga tradición de universalismo y una igualmente larga tentación de aislacionismo. Un dilema que no es nada nuevo, si tan sólo recorriéramos la historia del siglo XX. Pero nunca había parecido tan claro y divisivo como durante esta campaña electoral.
Desde Roosevelt hasta la actualidad, ese dilema casi siempre se había resuelto mediante el intervencionismo. Y eso es involucrándose ampliamente en los asuntos mundiales. Por supuesto, se puede debatir la forma en que se produjo esta participación. En las formas salvadoras de la Segunda Guerra Mundial. O en las formas nada inocentes que hemos visto en Chile y Vietnam, y luego en Irak, para dar sólo los ejemplos más canónicos a este respecto. En todos estos eventos cada uno puede leer según su sensibilidad, y apreciar la solidaridad o censurar la intromisión. Pero todavía era un Estados Unidos involucrado en los asuntos mundiales. Y es en ese Estados Unidos donde también se ha moldeado nuestra política interna.
Esta participación de amplio espectro había unido en gran medida a los presidentes republicanos y demócratas, sin que las líneas partidistas casi nunca marcaran una diferencia demasiado grande a este respecto. El sentimiento de considerarse la potencia 'indispensable', aquella sin la cual el mundo no podía mantener su equilibrio incierto, marcó el abundante medio siglo que nos llevó desde los acuerdos de Yalta a la caída del Muro de Berlín. Acontecimientos trascendentales, a veces dramático. Lo que sin embargo nos parecía, en medio de nuestras mil diferencias de opinión, la trama de una especie de orden mundial imperfecto que nunca estuvo completamente fuera de control.
Ahora esta trama está empezando a deshilacharse en varios lugares. Porque él, Trump, no oculta que considera el lema 'Estados Unidos primero' como su bandera. Y la otra, Harris, parece recitar el mantra internacionalista con muchas más vacilaciones, consciente de la situación entre sus propios votantes. Esto no quiere decir que los dos candidatos sean equivalentes, ni mucho menos. Es obvio que Trump aprovecharía el egoísmo nacional con mucha más obstinación. Y es evidente que quienes apoyan a una América no demasiado cerrada en su fortaleza tienen todo el interés en esperar que no gane, con el debido respeto a sus aficionados italianos.
El hecho es que, pase lo que pase, de ahora en adelante tendremos que lidiar con un Estados Unidos que ya no es lo que era antes. Y eso alberga una especie de molestia desdeñosa hacia los problemas del mundo que no augura nada bueno. Una circunstancia que será recibida con júbilo por quienes siempre han denunciado el imperialismo estadounidense. Pero más bien alerta a quienes han visto en el paraguas estadounidense más bien un elemento -aunque controvertido- de equilibrio geopolítico y de protección estratégica.
Quizás sean estas cosas las que la política italiana debería empezar a discutir de nuevo. Sabiendo que para nuestros propósitos el voto de Pensilvania contará mucho más que el de Liguria". (por Marco Follini)