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Pulsera electrónica: un sistema inadecuado para la seguridad de las mujeres

Pulsera electrónica para la seguridad de la mujer

El debate sobre la pulsera electrónica pone de relieve las lagunas en el sistema de protección a las víctimas.

La pulsera electrónica: una ilusión de seguridad

La pulsera electrónica, concebida como herramienta de protección para las víctimas de violencia, está mostrando sus evidentes deficiencias. Durante un reciente turno de preguntas en el Senado, el ministro de Justicia, Carlo Nordio, destacó que, en caso de alerta, las víctimas a menudo se encuentran en situaciones peligrosas lejos de la intervención de las fuerzas del orden.

Esto plantea preguntas cruciales sobre la eficacia real de este dispositivo.

Los testimonios de las víctimas

El testimonio de Raffaella Marruocco, hermana de una víctima de feminicidio, destaca la fragilidad del sistema. Mi hermana no estaba en la iglesia ni en la farmacia, sino en casa, y no estaba a salvo. ¿Hay un lugar más seguro que tu propia casa? declaró, destacando cómo la pulsera electrónica no evitó la tragedia. Este caso específico, donde el atacante pudo acceder a la vivienda sin que el dispositivo informara de su presencia, demuestra que el sistema actual es inadecuado.

La necesidad de medidas más eficaces

Las palabras de Raffaella Marruocco son secundadas también por Giuseppe Villa, abogado de la familia, quien afirma: "Es necesario estudiar atentamente las alternativas, evitando remedios ficticios que no sirven para nada". La demanda de medidas más restrictivas y efectivas es cada vez más fuerte, con el objetivo de garantizar la seguridad de las víctimas y prevenir nuevas tragedias. La cuestión de la pulsera electrónica no es sólo una cuestión técnica, sino un tema que afecta profundamente la vida y la seguridad de las mujeres.

Un sistema que vale la pena revisar

El debate en torno a la pulsera electrónica pone de relieve la necesidad de repensar radicalmente las políticas de protección de las víctimas de la violencia. Es fundamental que las instituciones escuchen las voces de las víctimas y sus familias, para desarrollar estrategias que no sólo respondan a las emergencias, sino que garanticen una protección real y duradera. Sólo así podremos esperar reducir el número de feminicidios y violencia doméstica en nuestro país.