Nuestro pequeño protagonista fue sin duda un habitante de un valle a finales del siglo XIX y sin duda fue un superviviente. Un estudio demográfico realizado entre 1885 y 1884 en los valles del Trentino revela que de cada mil niños nacidos vivos, 230 morían durante el primer año. El suyo era un mundo que siempre había permanecido igual, con muy poca capacidad de innovación: un universo alpino cerrado y autorregulado, como congelado en el hielo.
Un mundo alejado de las imágenes idílicas que presenta su autora, Johanna Spiry quien, a través de la simplificación del mensaje y del esquema narrativo, ha creado un mito que puede ser leído y apreciado en las lenguas de cuatro continentes.
La pequeña protagonista no trae mensajes de redención y liberación sino que simplemente encarna el estereotipo de la buena pastora confiada en Dios que creció con la leche de las ovejas y el agua pura de los glaciares. (¡Un modelo muy alejado de nuestra pequeña revolucionaria!) La historia de Heidi, en la estela de la literatura del siglo XVIII, se basa en el contraste entre la montaña virtuosa y la ciudad viciosa. El siglo XVIII fue de hecho el siglo clave para la construcción del estereotipo alpino: no sólo representó la superioridad de las capitales sobre los suburbios, y por tanto de la ciudad sobre la montaña, sino que fue también el siglo de la Ilustración y del descubrimiento romántico de los Alpes. El creador de Heidi no hace más que aplicar el mito nacido cien años antes y se inspira en los fantásticos viajes entre colinas y glaciares de los que todo intelectual ha dejado al menos una oda o un fragmento de diario. La protagonista de la novela representa el alma pura y encantada de la naturaleza en contraste con la cultura de la rica familia de Klara, la triste chica de ciudad –el alter ego burgués de Heidi– confinada a una silla de ruedas durante años. Detrás del final feliz una condición permanece inmutable: la pobreza de la montaña contrasta con la riqueza (incluso intelectual) de la ciudad. En resumen, la montaña es reconocida por sus virtudes morales, pero la supremacía política y económica permanece firmemente en manos de la ciudad.
Y es desde aquí, con nuestro viaje a las tierras altas, que queremos continuar nuestro viaje y descubrir quién, lejos de los estereotipos y las imágenes de postal, está intentando crear una nueva economía.